Libertadores y liberales

No es la primera vez que a un hombre se le ocurre invadir otro país, y menos aun que se crea un enviado de dios.

La historia está repleta de hombres libertadores. Ellos siempre creen que ha de liberarse un territorio en nombre de una causa superior.

De hecho, no tenemos que mirar muy lejos en la cronología histórica para encontrarlos.

Siempre muy «varoniles» y con un carisma excepcional para aprovechar los tiempos de crisis e influir en las mentes de todos aquellos que buscan cualquier excusa para odiar.

Estos personajes, a la larga, han formado parte de la historia que todos hemos estudiado. Obviamente, dependiendo de la posición con la que se mire, pueden resultar mejores o peores a la vista de la sociedad. No obstante, en todos los casos acaban abusando de su poder.

El caso es que no todo es tan claro como se hace ver desde los medios de comunicación.

Éstos siempre dan el punto de vista que más conviene al mandamás de turno para influir, de nuevo, en la sociedad; sin duda otra forma de autoritarismo.

Si bien es cierto que los «libertadores» hacen uso de una propaganda para que la mayoría de la población esté de su parte, los medios son un poder en sí mismo.

No es de extrañar que influyan en las votaciones democráticas de otros países o en cualquier acontecimiento importante que se precie.

Con esto, no quiero comparar a un tipo como Putin con los medios de comunicación de las democracias liberales. Pero sí me gustaría resaltar cómo hoy en día, las redes sociales forman parte de esos instrumentos de poder mediático.

Lo peor de todo es que nos tragamos toda la información, por supuesto sesgada y bien editada como el que se come un filete con patatas.

Hay que tener mucho cuidado, hoy en día, con lo que se consume,  no vaya a ser que nos produzca un corte de digestión y acabemos «vomitando» todo. Con esto me refiero a que no estaría de más despertar un espíritu crítico en nuestra hiperestimulada mente.

Por supuesto, no quiero decir que los actos criminales de un hombre y su séquito de indeseables sean excusables. La violencia no tiene nunca nada de justificable, a no ser que entremos en el dilema de que el agredido tenga que defenderse y que su vida dependa de ello.

Eso ya es un tema aparte… O quizás no tanto.

En cualquier caso, debemos tener claro que acumular poder no es bueno ni para «libertadores» ni para «liberales»; y está en manos de nosotros, el pueblo, otorgárselo.

Por este motivo, no deberíamos dar por sentado ciertos axiomas que se promulgan.

No olvidemos que la guerra siempre ha sido un negocio, y que la información es una de sus armas más peligrosas.

PAZ

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Buscando el equilibrio

El mundo, con todos sus habitantes, está cambiando.

Es una obviedad.

Los veranos ya nunca serán como habían sido; ni los mares… Ni las personas. Nada parece ser ajeno a este cambio tan espectacular.

Lo que sí parece es que la tierra se ha enfadado. Y mucho. Y con razón.

Se supone que nosotros, los seres humanos, con una «inteligencia superior», somos capaces de ingeniar artilugios, de encontrar las ideas necesarias para el bien de nuestro entorno. En cambio, lo único que hacemos es destruir.

Destruimos el planeta, llenamos de basura el espacio y sembramos el caos entre nosotros mismos. Incluso, somos capaces de destruir nuestra propia mente… Nuestro propio cuerpo.

Pero, en fin, esa es nuestra naturaleza: la dicotomía. Siempre intentando encontrar el punto medio, el equilibrio. Siempre intentando reconstruirnos tras el huracán.

No obstante, esta vez parece que no hay vuelta atrás para nuestro planeta. Ni, por supuesto, para nosotros: la humanidad.

Nadie sabe lo que nos espera. Pero es evidente que el cambio de paradigma es un hecho.

En cualquier caso, ¿quiénes somos para juzgar un paradigma? ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a los demás? ¿Quién posee la verdad?

Absolutamente nadie.

Por mucho que los amantes de las conspiraciones ―y los que no lo somos―, nos empeñemos en encontrar un sentido a todo lo que sucede, no tenemos ni una ligera idea de lo que es hallar el equilibrio para un mundo que está cambiando. Para una sociedad que está cambiando. Para un individuo que está cambiando.

Creemos saber de política, de filosofía, de psicología… Y, en realidad, no sabemos nada.

Después de años reflexionando, experimentando y especulando; resulta que todo cambia. Que todo lo aprendido sirve más bien poco.

Lo único que podemos hacer es nada y todo.

NADA Y TODO

Porque cada uno de nosotros, en su proceso vital, adquiere una percepción de la realidad.

Bastante tenemos con buscar ese equilibrio dentro de nosotros mismos como para también influir en los demás y que hallen el mismo equilibrio, si es que alguna vez se encuentra.

La razón es que somos tan limitados que ni tan siquiera nos damos cuenta de que nuestro punto de vista es tremendamente angosto. Por ese motivo, discutimos sobre absolutamente todo.

Sin embargo, ¿no es esa la única manera de encontrar un poco de verdad?

Ampliar la percepción individual es un trabajo profundamente complicado y con muy pocas recompensas. Lo que conduce a un desequilibrio. Y, posteriormente, a desestabilizar también nuestro entorno. Entonces… ¿Cómo se puede equilibrar uno?

Es más, ¿cómo se equilibra cualquier ser vivo?

Creo que la respuesta solo la encontraremos si seguimos viviendo.

Es decir, por mucho que nos empeñemos en cambiarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno, todo tomará el tiempo necesario. Y, cuando parezca que hemos encontrado ese equilibrio perfecto, TODO volverá a cambiar como si no hubiéramos hecho NADA.

En eso, supongo, que consiste la vida: buscar siempre el equilibrio. Porque, al fin y al cabo, todo está en movimiento perpetuo ―incluidos nosotros mismos―.

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